Por: Danilo Vélez Galarza
“¿Por qué no disminuye la pobreza en Ecuador?”, así se tituló el último episodio de uno de los programas de análisis político más importantes del país.
Si bien el tema es relevante, considerando que prácticamente 1 de cada 4 ecuatorianos vive en situación de pobreza, la interrogante está mal enfocada.
La pobreza es el estado natural del ser humano – venimos de las cavernas y el taparrabo y llegamos al mundo sin nada a cuestas –, por lo tanto, la pregunta que deberíamos plantearnos es: ¿cómo crear suficiente riqueza para superar dicho estado?
La economía moderna nace mediante un intento de responder aquella pregunta. Hablamos de la obra de 1776 de Adam Smith Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones.
En ella, Smith define a la riqueza de las naciones como la proporción entre aquellas cosas necesarias para la vida y la cantidad de personas en un territorio. Lo que hoy conocemos como PIB per cápita.
En la medida que aumente esta relación, es decir, cuando la cantidad de alimentos, vestimenta, vivienda, tecnología, y servicios crece a un mayor ritmo que el número de personas, podríamos afirmar que un país se vuelvo más rico.
Y para Smith, la clave del aumento de la riqueza está en la productividad. Planteemos un par de ejemplos: no es lo mismo arar la tierra con las uñas que con un tractor, o hacer cálculos con papel y lápiz que con Excel. Steve Jobs tiene una frase famosa que dice que la computadora es como una bicicleta para la mente. La bicicleta nos permite recorrer distancias en un menor tiempo y esfuerzo. La computadora tiene el mismo efecto sobre las operaciones mentales. En todos estos casos, la diferencia en los niveles de productividad es exponencial.
De esta manera, para generar una mayor riqueza en nuestro país, necesitamos volvernos más productivos mediante una mayor cantidad de lo que en los ejemplos anteriores representan el tractor, Excel, la bicicleta y la computadora: bienes de capital.
Aumentar la relación entre el capital invertido y el número de trabajadores es la vía más rápida para volvernos más ricos. Pero para eso necesitamos ahorro que financie dicha inversión. Y así nos vamos acercando a la respuesta a la interrogante planteada al inicio de este texto.
Ecuador es un país que recibe niveles mínimos de inversión extranjera, tan necesaria para países con escaso ahorro interno. En la última década, Ecuador ha recibido niveles de inversión extranjera por debajo del 1% de su PIB. En el mismo periodo, nuestros vecinos Colombia y Perú tuvieron niveles equivalentes al 4% y al 3% de su PIB, respectivamente.
Para ir cerrando el círculo, faltaría explicar el porqué de los niveles paupérrimos de inversión extranjera que recibe nuestro país. Pero, vamos, ¿quién querría invertir en un país con los niveles de inseguridad que tenemos y con un sistema de justicia poco confiable? ¿Qué certezas brinda un país donde prácticamente cada año hay una nueva reforma tributaria subiendo impuestos? ¿Por qué venir y estar sujeto a una regulación laboral rígida y anticuada, habiendo destinos más atractivos? ¿Para qué gastar tanto tiempo y dinero lidiando con la engorrosa y pesada burocracia local? Podríamos seguir alargando la lista, pero mejor detenernos aquí por motivos de tiempo.
Milton Friedman, otro famoso economista, nos brinda una respuesta pragmática a la gran interrogante: copien lo que los países ricos hicieron para volverse ricos – pero ese será el tema de una próxima columna.
Sobre el autor:
Economista con más de cinco años de trayectoria como analista e investigador económico. Actualmente se desempeña como coordinador local de Estudiantes por la Libertad. A lo largo de su carrera ha participado en la elaboración de diversos estudios técnicos y ha sido conferencista en espacios nacionales e internacionales. Su trabajo ha tenido presencia constante en medios de comunicación ecuatorianos, donde ha aportado análisis sobre coyuntura económica y políticas públicas. Además, posee experiencia en docencia universitaria, formulación de proyectos y asesoría legislativa.