Por: Danilo Vélez Galarza
En nuestra columna de la semana pasada, mencionábamos algunos de los factores que inciden en el escaso acceso de Ecuador a la inversión extranjera directa.
Ahora bien, cabe indicar que Ecuador tiene un elemento que resulta a la vez un pilar para la estabilidad económica, así como una valiosa oportunidad para el crecimiento: la dolarización.
La dolarización es una más entre varias opciones de sistemas monetarios. Pero en este caso, representa el abandono de una política monetaria independiente; es decir, le quita la facultad a la clase política de manejar el valor de la moneda. Y para un país con instituciones débiles como Ecuador, esto no es un hecho menor.
Cuando teníamos el sucre, las autoridades podían manejar el valor de la moneda a favor suyo y de otros grupos de interés, en detrimento del resto de la población. El resultado ya todos lo conocemos: una pérdida constante en el poder adquisitivo – que para finales del siglo pasado llegó a niveles extremos, pulverizando los ingresos reales y los ahorros de los ecuatorianos.
Por ende, la dolarización representó en primera instancia una victoria en términos de libertad económica y respeto a la propiedad de los ecuatorianos. Pero además, eliminó las distorsiones que generaban la inflación y las devaluaciones. Gracias a ello, los agentes económicos pudieron tomar mejores decisiones. La dolarización les permitió también mirar a largo plazo, fomentando el ahorro y la inversión.
Aún más, dejando otros factores de lado, la dolarización nos hace más atractivos que otros países de la región con política monetaria. A priori, para un inversionista estadounidense sería más atractivo invertir en Ecuador que, digamos, Colombia solo por el hecho de estar dolarizado. Nuestro país no tiene riesgo cambiario y en el caso de invertir acá, no tendría que operar en dos monedas, lo que reduce costos de transacción.
De lo anterior se deduce que no hemos aprovechado las ventajas que ofrece este sistema. Con la dolarización resolvimos el problema monetario, pero quedan una serie de tareas pendientes. Varios de ellas ya las comentamos en la columna de la semana pasada: seguridad y estabilidad jurídica, sistema tributario, regulación laboral, procesos burocráticos. Tener el dólar como moneda, pero con dichas trabas a la inversión, es como tener un Ferrari con varios frenos de mano activados.
Con varias de estas reformas pendientes, llevamos por lo menos 25 años de retraso. El hecho de que estemos iniciando un nuevo periodo de gobierno en el que el Ejecutivo tiene el respaldo del Legislativo representa una oportunidad única para levantar las trabas que evitan que nuestra economía despego. Es hora de empezar a construir sobre la dolarización.
Sobre el autor:
Economista con más de cinco años de trayectoria como analista e investigador económico. Actualmente se desempeña como coordinador local de Estudiantes por la Libertad. A lo largo de su carrera ha participado en la elaboración de diversos estudios técnicos y ha sido conferencista en espacios nacionales e internacionales. Su trabajo ha tenido presencia constante en medios de comunicación ecuatorianos, donde ha aportado análisis sobre coyuntura económica y políticas públicas. Además, posee experiencia en docencia universitaria, formulación de proyectos y asesoría legislativa.